Madrid es una ciudad hospitalaria que se afana por dar cobijo a cualquier nacionalidad a través de su amplia oferta de alternativas gastronómicas, de ocio y diversión. Su bagaje cultural es sorprendente, formando parte de una de sus muchas cualidades.
Pero si esta mezcla de culturas forma parte de su encanto, también lo es su firme tradición instaurada en numerosos edificios emblemáticos y en platos tan característicos como el cocido madrileño, el más representativo de la ciudad. Sus inicios fueron humildes, pero su sabor y su materia prima proteínica encandilaron a los ciudadanos de paladar más selecto, formando parte de la alta sociedad mediante su incorporación en los menús de numerosos restaurantes.
Y como de casta le viene al galgo, La Bola, restaurante situado en pleno centro histórico de Madrid, muy cerca del Palacio Real, se dedica por entero a servir los mejores cocidos madrileños, formando parte de sus ingredientes de gran calidad, la carne de morcillo de tercera, gallina, chorizo y el repollo. Cocinado a fuego lento con carbón de encina, se sirve en pucheros de barro para concentrar de la mejor manera todo el aroma y el sabor de los tiempos añejos, y lo sirven, como buenos entendidos que son en la materia, en dos veces, degustando de primero un sabroso caldo fruto de la cocción de todos estos ingredientes, y un segundo plato con los garbanzos y las carnes.
Su afamada reputación es bien merecida ya que este negocio familiar abrió sus puertas en el año 1870 y, desde entonces, no ha parado de servir millones de platos de buena costumbre, como el cocido, los callos o su delicatessen más primorosa, los buñuelos de manzana. La predilección que sentía la Infanta Isabel por su cocido no es algo nuevo, así como la habitualidad con la que palacio mandaba a sus sirvientes en busca de pucheros de La Bola para la Infanta y su hermano Alfonso XII.
Lo que de verdad nos ha gustado no es su fachada roja con letras doradas al más puro estilo vintage, ni tampoco su interior custodiado por un ambiente sumamente acogedor y placentero, sino su menú reducido pero selecto. Viendo estas imágenes, ¿no se te abre el apetito?
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