Un tatuaje no es solo una señal de tinta, no es solo un dibujo, un manchón clavado en nuestra piel. Detrás de cualquier tatuaje hay un mensaje, una historia, un cuento.
Ultimamente se ha puesto de moda tatuarse frases que nos han marcado de algún modo. Y no es moco de pavo decidir qué queremos imprimirnos en la piel, porque evidentemente hablamos de una frase que permanecera pegada a nosotros hasta el ultimo de los suspiros. Esa frase que nos acompañará en las duras y en las maduras, la frase que releeremos una y otra vez, y que de algún modo definirá lo que somos y lo que hemos vivido. Es el reflejo de cómo observamos el mundo.
Y ciertamente existen un carro de frases vanales con las que cualquiera se puede sentir identidicado. Esas frases de libro de autoayuda que dicen cosas como «sé tú mismo». Y no es que nos parezca mal que queráis tauaros eso. Ser uno mismo es genial, es lo que todos deberíamos hacer. Pero también es lo que todo el mundo sabe, lo que todo el mundo ha oído y leído alguna vez. El «Sé tú mismo» es el «Amor de madre» de los primeros tiempos del tatuaje.
No sólo se trata de tatuarse una frase con «sentido», se trata de tatuarse una frase «con sentido para mí». ¿Quién soís? -pensad. Porque os estáis estampando la marca de la casa con agujas tintadas. Será vuestro sello para siempre. Y ese «vuestro» es lo que definitivamente marca la diferencia. Así que coraje, y mostradnos lo que soís.
«Ríe tanto como respiras, ama tanto como vivas»
«A veces hay que dejarlo ir»
«Me niego a hundirme»
«Inhala el futuro, exhala el pasado»
«Lo que está dentro de ella, nunca muere»
Y alguna frasecita de autoayuda cómo «Se feliz» vale si te la calzas así. De frente, para leerla cada día cuando te mires al espejo. Aquí el coraje se ha quedado más en el cómo que en el qué. Y nos aprece bien.